Mini
notas sobre los paradigmas de la desigualdad
En
la obra la gran brecha de Joseph E. Stiglitz premio nobel describe en una forma
sencilla como la sociedad de un país desarrollado como Estados Unidos crece en
medio de una desigualdad económica y social de proporciones del 1% que lo
forman el grupo de los ricos contra el 99% de los pobres. A ese grupo
denominado 1 por ciento que el autor detalla cómo personas, viven vidas
diferentes, distintas preocupaciones, angustias y estilos de vida. Esta gran
brecha origina un gran desequilibrio para un crecimiento económico sostenido
del país. Esta desigualdad viene generándose a través de los malos manejos
económicos, financieros y políticos cuyos afectados han sido las clases
sociales menos protegidas. Donde ha imperado las decisiones erróneas y
componendas a favor del grupo del 1% que han influido en que dicha brecha haya
crecido de tal manera que hoy en día, es una amenaza para su desarrollo
económico y social.
Como
la gran mayoría de los países de Latinoamérica son emergentes y través del
tiempo han seguido muchos de los modelos económicos que practica el país del
norte como condición a las exigencias que este hace por su apoyo económico. Sufren
de la misma enfermedad donde las desigualdades existen y la injusticia social
es más pronunciada. En este artículo detallare aquellas descripciones, que
guardan cierto comportamiento similar en algunos países emergentes. Con
respecto a la desigualdad que se hace del grupo del 1% en comparación con el
99% del grupo de los pobres; en esta primera parte hare referencia a las
prácticas de Estados Unidos sobre las votaciones y sus implicaciones para la
desigualdad existente.
La
democracia, sabemos hoy, no consiste sólo en elecciones periódicas: en algunos
países, esas elecciones han servido para dar legitimidad a regímenes
esencialmente autoritarios y privar a grandes sectores de la ciudadanía de sus
derechos fundamentales. Quizá el aspecto más importante de la desigualdad sea
la desigualdad de derechos políticos (Stiglitz, pág. 93).
en algunos países como Colombia se vive
una democracia plagada de una serie de vicios que desprotegen al grupo de 99% y
favorece a al grupo del 1%. En cuanto a los derechos políticos estos son
usurpados por una clase política corrupta que nada envidia a la que plantea el
autor.
La
voz es todavía más importante: la capacidad de determinar el proceso político
ya sea a través de las pautas de voto o de forma más directa, influyendo en las
acciones de los responsables políticos. Si los ricos pueden utilizar su dinero
para controlar la prensa o influir (una palabra más suave pero quizá menos
certera que «comprar») en política, su voz se oirá con más fuerza. (Stiglitz, pág. 94)
El grupo del 1 por ciento con el poder
de su dinero manipulan y compran conciencias para lograr el triunfo electoral,
que en nada envidia a lo que se realiza en nuestro medio por parte de cada
grupo político.
Es casi inevitable que, en ese sentido,
los ricos sean más influyentes que otros; pero las reglas del juego establecen
hasta qué punto. Y por eso las leyes y regulaciones que rigen en Estados Unidos
la labor de los grupos de presión, las contribuciones a las campañas y el paso
de profesionales del sector público al privado son tan odiosas: otras
democracias occidentales se toman más en serio la idea de la igualdad política
y limitan esos abusos; algunas incluso refuerzan la posibilidad de que se oigan
todas las voces por igual (por ejemplo, mediante la subvención a medios
públicos de comunicación o garantizando el mismo acceso a los medios para todos
los candidatos).
Y por eso muchos estadounidenses
consideran que Citasen United, la decisión del Tribunal Supremo que abrió la
puerta al gasto descontrolado de las empresas tiene unas consecuencias negativas
para la igualdad y contribuye a agravar la enfermedad endémica del país, la «corrupción
al estilo americano». Es una corrupción que se produce no mediante sobres
llenos de dinero que se entregan a los políticos, sino mediante un método
igualmente odioso, con las contribuciones a las campañas para comprar
«políticas» que enriquecen a unos pocos. (Stiglitz. Pág. 94)
Todas estas formas de practicar la
política en Estados Unidos en una forma u otra son la práctica de nuestros
países emergentes. Estos procedimientos son los que causan corrupción en las
clases políticas de nuestros países y crean la desigualdad económica de estos.
El autor señala:
La desigualdad económica no es sólo ni tanto
consecuencia de las leyes inexorables
de la economía como de nuestras políticas y nuestra política. Es, en este
sentido, una opción. Pero nos encontramos con un círculo
vicioso, porque la desigualdad económica produce y refuerza la desigualdad
política, que refuerza la desigualdad económica. (Stiglitz, pág. 95)
Como medida de disminuir la desigualdad
se recomienda por parte del auto que la clase del 1% piense de una forma
desinteresada y buscando el equilibrio económico.
Si
los miembros del 1 por ciento defendieran sus intereses con sensatez les preocuparían las desigualdades y
tratarían de hacer algo para remediarlas. Como sugiero en «La desigualdad no es
inevitable», en algunas partes del mundo está empezando a suceder. (Stiglitz, pág.
95)
Rodrigo Pérez Peña
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