Otro
mensaje del libro de Stiglitz sobre la desigualdad; está relacionado en cómo es
afectada por las políticas que establece el estado. Mi interés de estos
artículos como el anterior es considerar las descripciones que hace el autor en
una forma sencilla, sobre la clase política y sus dirigentes en el manejo de
los intercambios comerciales por parte de Estado Unidos, que hace acrecentar más
la brecha entre ricos y pobres. Al mirar en el espejo retrovisor estas
políticas se pueden asemejar a lo que se hace en nuestros países emergentes;
donde la influencia política es alta para definir los diferentes tratados
comerciales a través del estado, como de los intermediarios y productores
acrecentando esa desigualdad entre el grupo del 1% de los ricos y pobres. En
este articulo lo relaciono con los tratados comerciales que firman los países
con fines de intercambio comercial.
los trabajadores han culpado a menudo a la globalización de la disminución
de sus ingresos, y en varios libros anteriores he explicado cómo una
globalización mal gestionada puede incrementar la desigualdad tanto en los
países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. Los acuerdos de comercio
siempre se han vendido con el argumento de que crean empleo; si eso fuera
cierto, los trabajadores serían sus más firmes partidarios. Con frecuencia la
realidad es muy distinta, y el hecho de que nuestros dirigentes políticos (no
sólo los republicanos, sino también Clinton y Obama) hayan intentado
tergiversar esos acuerdos comerciales de esta guisa socava la confianza en
ellos y recuerda una vez más a los ciudadanos hasta qué punto nuestro Gobierno
representa los intereses de las clases altas. (Stiglitz pág. 267)
Estos tratados que el autor habla en su
obra están relacionados a los que firman los países, para intercambiar
productos y tecnología a nivel del mundo, los cuales son realizados para colaboración
entre estos, pero después son distorsionados sus objetivos, según intereses
políticos de la clase dirigente.
Uno de los desequilibrios que produce
estos acuerdos esta relacionado a la generación de empleo para los países, situación
que no se cumple teniendo en cuenta la descripción siguiente.
La «lógica» según la cual los acuerdos
comerciales crean empleo presenta al menos tres defectos fundamentales. Las
administraciones de todo el espectro político señalan con razón los empleos que
crea el aumento de las exportaciones. No obstante, el equilibrio comercial
requiere que las importaciones equivalgan aproximadamente a las exportaciones,
y nuestros socios comerciales no firmarían un acuerdo desequilibrado en el que
aumentaran nuestras exportaciones, pero en el que las suyas (nuestras
importaciones) no lo hicieran en la misma medida. Ahora bien, si las exportaciones
crean empleo, las importaciones lo destruyen. Y luego está el cálculo cuidadoso
y complejo: ¿así se crean o se destruyen más empleos? Dado que nuestras
importaciones tienden a producirse en industrias intensivas en mano de obra (en
las que se requieren muchos trabajadores para
obtener un volumen de producción de un valor
dado) y nuestras exportaciones (como las aeronaves) corresponden a industrias
de alta tecnología que en promedio requieren cantidades relativamente reducidas
de trabajo —y el poco trabajo que requieren es trabajo altamente cualificado—,
es plausible que los acuerdos comerciales equilibrados destruyan empleo.
(Stiglitz pág. 268)
Estos desequilibrios también se presentan
por el desplazamiento de empleo al clasificarse las actividades de importación
y exportación las cuales requieren de un trabajo más exigente y de trabajo
clasificado y mejor remunerado. Generando un desequilibrio laboral con
repercusiones socio económicas para el país. En los países emergentes se
presentan iguales situaciones con agravantes mayores por las pocas fuentes de
empleo.
Una explicación por que los acuerdos
comerciales generan más desequilibrio según el autor es:
Los efectos se ven más claramente en un
mundo de mercados perfectos, es decir, la clase de mundo imaginado como ideal
por muchos de los defensores de la globalización. En un mundo semejante, los
bienes, los capitales, y sí, hasta el trabajo, podrían moverse libremente entre
fronteras. Debería resultar evidente que los trabajadores estadounidenses no
cualificados recibirían el mismo salario que los trabajadores chinos o indios
no cualificados. Y el nivel de esos salarios estaría con casi toda certeza más cercana
al de los de la India y China que al de los de Estados Unidos. El gran descubrimiento
de la ciencia económica contemporánea ha sido que el comercio de bienes y
servicios es efectivamente un sustituto del libre movimiento del trabajo y el
capital: cuando China vende bienes intensivos en trabajo a Estados Unidos, hace
aumentar la demanda de mano de obra china y reduce la demanda de mano de obra
estadounidense, lo que incrementa los salarios allí y los reduce aquí. La
liberalización del comercio aproxima los salarios de los empleos no cualificados
en ambos países. Y hay más probabilidades de que disminuyan los salarios de
nuestros trabajadores que de que aumenten los de los suyos. (Stiglitz pág. 270)
La globalización de los mercados tiene
como consecuencia el movimiento de trabajo que en algunos países favorece a
otros desfavorece. El intercambio de productos con amplia exigencia en trabajo
favorece al país productor más no al comprador. Sin embargo, en iguales
circunstancias la transferencia de tecnología a otros países se realiza por poseer
más barata la fuente de trabajo, como es el caso de la india, donde existe
muchas empresas de Estados Unidos cuyas fuentes de trabajo son de la indica por
ser más barato la mano de obra y el producto sale a menor costo, esto trae como
consecuencia una disminución de oferta laboral para el país del norte y de
aumento para el país de la india en este caso.
El mensaje sobre los tratados
comerciales es claro y de implicaciones costosas en la parte laboral ya que a
través de estos se realizan una serie de estrategias políticas por el
intercambio comercial entre estos, que hace que la desigualdad entre ricos y
pobres aumente.
Rodrigo Pérez Peña
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